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Sergio Chamorro se retiró jugando para el Real Estelí en 2008 y como ortopedista entre tantas operaciones le hizo una cirugía Tommy John a Adolfo Matamoros. LAPRENSA/GERMAN GARCÍA

La reveladora entrevista a un candidato al Salón de la Fama: “En mi época nos tocaba rayar el campo y lo máximo que gané fueron 100 dólares por juego”

¿Quién ha sido el mejor futbolista de los últimos 30 años? ¿Juan Barrera, Samuel Wilson o Chema Bermúdez? Sergio Chamorro cuenta sus experiencias como jugador.

En su oficina no hay ni un gramo de polvo. El aire acondicionado le da frescor a su consultorio. Cuadros distinguidos cuelgan en la pared. Una foto con Dennis Martínez de 1996, otras de su etapa como jugador y reconocimientos por ser parte de los mejores atletas del deporte nicaragüense. Hace 12 años dejó de tragar polvo y vivir sobre la grama. Bifurcó su destino: ya no podía seguir vistiendo un uniforme de futbol bajo su bata de médico ortopedista. Sergio Chamorro no pasa inadvertido en el futbol nacional, a pesar que no pretende llamar la atención. No solo se le recuerda por su altura o por ser uno de los mejores guardametas en la historia del balompié, además posee un sello distinguido de disciplina, pasión y respeto.

Recientemente, el comité de escogencia al Salón de la Fama del Deporte Nicaragüense lo incluyó en un listado preliminar junto a Marlon Abea y 20 deportistas más. Sin embargo, el receptor y el arquero son los únicos que no necesitan presentación para saber quiénes son. Más temprano que tarde, sus nombres deberán reposar en la pared de la cúspide del deporte del terruño. Y será lo que el mismo Chamorro describió: “Lo más grande en mi carrera deportiva”.

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Sus memorias son extensas. Anécdota tras anécdota. Rápidamente cautiva al entrevistador. Una de ellas lo define: cuando jugó con una fractura. Corría el año 2004 y Nicaragua enfrentaba a San Vicente y Las Granadinas en las Eliminatorias el Mundial de Alemania 2006. Cuatro semanas antes del partido sufrió una fractura en un amistoso frente al Real Estelí. Dos días después lo estaban operando, luego de 15 días ya entrenaba con la Azul y Blanco y en 30 días posterior a la fractura vestía los colores nacionales. “La fractura no estaba consolidada, tenía tornillos y placas recién puestas”, recuerda. Jugó el desafío, pero más adelante tuvo que volverse a operar. Había sacrificado su antebrazo por amor al juego.

¿Cuáles fueron sus mejores momentos como futbolista?

Tuve dos etapas, los primeros 10 años con el Ferretti de 1988 a 1998 y en el último año fuimos campeones en la final que le ganamos a Masachapa en Diriamba con un gol de Livio Bendaña sobre la hora. Fue especial porque después de diez años tratando por fin lo conseguimos. Luego está mi otra etapa con el Real Estelí de 1998 al 2008, fue impresionante. El amor de la barra conmigo me hacía levantarme y que todo valiera la pena, cada vez tenía menos condición física pero las ganas de estar con esa gente me impulsaban. Y en la Selección Nacional no olvido la Copa de Naciones en 2003. Batistini (entrenador) me llama y me dice: “No te conozco y si me preguntan ahorita vos sos mi cuarta posibilidad”. Yo venía de México de mi especialidad. Entrené de noviembre a febrero y fui el titular y se le ganó 1-0 a Panamá con el gol de Emilio Palacios, perdimos ante Costa Rica y luego ante Honduras, pero esa fue la primera victoria en Copa de Naciones.

¿Cómo logró sobrellevar ambas cosas?

Las cosas pasan por algo. Aprendí que uno no pregunta por qué, sino para qué. Y a mí me tocó jugar en la época más difícil del deporte, en la década del 1990 con muy poco apoyo y jugábamos por amor. Al no haber apoyo la exigencia no es tanta por eso pude llevar los dos caminos: mi carrera la inicié en 1991 y salí en 2001 como especialista en Ortopedia. Tenía algo claro. En algún momento estos dos caminos se bifurcarían y lo que escogería era la carrera de Medicina. En 1998 yo me retiro sin hacerlo oficial. Ya había sido campeón. Sin embargo, uno de mis profesores era el doctor Tercero, era médico del Estelí, y me convenció. Cuando me tocaba turno él siendo mi profesor me cubría para que fuera a jugar.

¿Nunca le costó dejar el futbol?

La verdad es que estaba mentalizado. En 2004 fue el proyecto FIFA y empiezan a darle dinero a la Federación y comenzó una mayor exigencia. Recuerdo que sacrifiqué mi clínica. A las 6:00 a.m. iba al hospital a las 9:00 a.m. a Diriamba y a las 6:00 estaba de regreso y abría mi clínica de noche. Después del juego de San Vicente estaba agotado. Ahí dije que no tenía la capacidad física, tenía 33 años.

Con Henry Duarte no lo dejaría salir de la reconcentración…

Ni siquiera me convocaría y le daría la razón.

¿Qué significado tiene entrar al Salón de la Fama?

Para mí lo considero como lo máximo, fui galardonado dos veces en el top 10 de los atletas del año en 1996 y 2001 y son cosas que tengo atesoradas en mi consultorio. El que reconozcan el trabajo de uno es lo más grande y estar en el Salón de la Fama a nivel nacional es como decir: 32 años después misión cumplida, sería lo más grande en mi carrera deportiva.

¿Cómo estaría conformado un equipo con los mejores jugadores que usted vio jugar?

En la portería colocaría a Juan Orellana y casi al mismo nivel a Denis “el Pulpo” Espinoza. En defensas estaría Otoniel Olivas, tenía una potencia increíble como central, Carlos Alonso y Ezequiel Jerez. A los lados como carrileros colocaría al Indio Pérez y Gaci Jerez. Creo que también sumaría otro central: Eitel González era de Masaya. En el mediocampo colocaría a Nasser Jerez, como controlador de balón. Harry Cruz, hermano de Mauricio, con Mauricio compartí una Selección en 1992 pero ya no era el mismo. Como enlace colocaría a José María Bermúdez, ¡qué jugadorazo! pero un poco haragán para entrenar. Samuel Wilson no lo puedo dejar fuera, tuve la oportunidad de jugar con él y tenía una zurda súper educada y Emilio Palacios adelante.

¿Considera que Juan Barrera es el mejor jugador de los últimos 20 o 30 años?

Por los resultados y lo mediático sí.

¿Pero más allá de los goles?

Tendría que pelearla con Wilson y Chema Bermúdez. No lo veo con una gran ventaja sobre Wilson. Tiene el privilegio de jugar en una época en la que se puede ver lo que hizo. Si tuviéramos videos de Chema o tantos de Wilson seguro impresionarían a todos.

¿Lo más duro que vivió como jugador?

Nada. Habían carencias pero no la sentíamos. Jugábamos con malos zapatos que los cambiábamos cada dos juegos, a partir del 92 empezamos a usar guantes antes era a mano pelada, llegábamos tres horas antes a los campos porque debíamos rayarlo con la cal, pero era normal y a nivel de Selección era venir derrotados y ser señalados. Lo más que llegué a ganar fueron 100 dólares por juego en el Real Estelí y nunca discutí ningún contrato. Era lo que te podían pagar.

Deportes Real Estelí Sergio Chamorro archivo

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