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María Fernanda Reyes, nicaragüense que cursa estudios en París, narra el estado de miedo que se vive en esa ciudad tras los atentados. LA PRENSA/CORTESÍA

Nica narra el horror de París

El día comenzó como uno cualquiera. María Fernanda fue a la Universidad París 8, en Saint-Denis, cerca del estadio nacional de futbol; asistió a sus clases de Cine desde temprano y a las 6:00 p.m. tomó el metro de regreso a casa, en Saint-Mandé.

El día comenzó como uno cualquiera. María Fernanda fue a la Universidad París 8, en Saint-Denis, cerca del estadio nacional de futbol; asistió a sus clases de Cine desde temprano y a las 6:00 p.m. tomó el metro de regreso a casa, en Saint-Mandé.

Realizó su habitual trabajo como niñera y a las 9:00 p.m. se reunió con sus amigos en el centro de la capital, más precisamente en el Bowling Mouffetard, un agradable salón de boliche y billar. Veinticinco minutos más tarde, unos dos kilómetros y medio al noreste, un automóvil Seat Leon repartió el caos.

Seis ataques en 33 minutos convirtieron a París en una carnicería humana. Terroristas armados con fusiles AK-47 y explosivos mataron al máximo número de personas en el menor tiempo posible. ¿El saldo? 132 personas muertas y más de 350 heridas, de las cuales unas 100 se encuentran hasta el día de hoy en “estado delicado de salud”.

“Gracias a Dios el boliche estaba lleno y tuvimos que esperar para entrar, porque luego pensábamos ir a Bastille, cerca de donde fueron los ataques”, recuerda por teléfono María Fernanda.

CONGOJA DE UNA MADRE

Ella y sus amigos supieron del atentado varios minutos después de iniciado. La sala de boliche era subterránea y no recibían señal en sus teléfonos. Cuando subió y se enteró de lo que pasaba, “Mafe”, como la llaman de cariño, entró en pánico.

“Nos decían que carros andaban matando gente por todo París”, continúa. “Teníamos mucho miedo”.

E igual o más temor tenía Patricia Terán, su madre. A 8,900 kilómetros de distancia, en Managua, la madre de María Fernanda vivió “horas de agonía”.

“Yo la llamaba a su celular y no me contestaba. Llamaba a su compañera de cuarto y nada. A su casa… Casi me vuelvo loca”, dice. “Y luego de unas dos horas me llegó un mensaje de Whatsapp: ‘Estoy bien’. Y ya la llamé y me dijo que estaba en la parte de arriba del boliche, pero que quería regresar abajo porque tenía miedo”.

PARÍS EN VILO

María Fernanda permaneció hasta las 2:00 a.m. en el local, cuando la gendarmería cerró la zona. Esa noche durmió en casa de una amiga que vivía a dos cuadras. El trayecto lo hizo corriendo, desesperada. Y el sábado regresó a su casa apenas pudo.

Hace casi cuatro meses que está en Francia. Dejó Managua el 30 de julio, de mañanita, y se enrumbó hacia el cumplimiento de sus sueños: la carrera de Cine, que le gusta más que nada por la parte de producción. De Nicaragua le hace falta todo, asegura. “Mi familia, el calor, la comida, ¡la Laguna de Apoyo!”, enumera emocionada.

Ayer lunes tomó el metro por primera vez desde los ataques. París era una ciudad fantasma. “En la mañana no había nada. Nadie. En el metro la gente iba callada, mirándose los unos a los otros, desconfiados”, describe María Fernanda. “Yo no planeo regresar al centro en un buen tiempo”.

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COMENTARIOS

  1. Indecencia
    Hace 8 años

    No entiendo, ella narra algo de terror y sale con una gran sonrisa…, está gozando de hacerse famosa con una desgracia. Esto nos demuestra que no estamos bien de la cabeza en Nicaragua.

  2. Antonio Machado
    Hace 8 años

    Nunca había leído un articulo tan fuera de contexto y sin razón de ser. No tiene ningún vinculo con la noticia.

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