El PSG devoró al Leipzig de un bocado. ¿Eso era una semifinal de Champions? Demasiado fácil para el conjunto parisino que ganó 3-0, pero quedó la sensación en el ambiente de haber podido convertirse en una humillación. Después de invertir más de mil millones de dólares en un proyecto que todos los años se estrellaba con su fracaso, Nasser Al-Khelaïfi mira la Champions League más cerca que nunca.
El regreso de Di María y la titularidad de Mbappe le dio otro aire al conjunto, más el agregado fundamental de Neymar. El Cholo Simeone debe estar golpeándose la cabeza al recordar cómo le cedió tanto terreno a un conjunto sin mucho colmillo y que concluyó con los patos disparándole a las escopetas, por haberle entregado las facilidades de aproximación en los cuartos con el Atlético de Madrid.
El PSG ya ganaba a los 12 minutos. Una falta a Neymar, un centro de Di María hasta llegar a la aparición de Marquinhos, como si fuera Moisés abriendo el mar, de cabeza marcando el primero. El aviso ya estaba dado desde el minuto 5 cuando Neymar estrelló en el poste un balón solo ante el arquero tras recibir un pase de Mbappe. El acoso del PSG era constante. Ander Herrera, un cerebro del medio campo, asistió en otra jugada a Mbappe pero Gulacsi (arquero) tapó. El Leipzig mostró su verdadero rostro, un equipo de mucho físico, de muchas faltas, gran velocidad pero sin figuras con la capacidad de echarse el equipo encima, estaban pisando terreno del cual no pertenecen. Antes de terminar el primer tiempo, Neymar sorprendió con un tiro libre de larga distancia con una ejecución exquisita, pero otra vez el poste le negó la anotación, y al 41′ Di María recibió un pase extraordinario del brasileño para el segundo gol. Todavía Mbappe se acompañó con Neymar para el tercero, pero algo pasa con la brújula del brasileño.
En la segunda parte el estratega del Leipzig cambió a sus dos delanteros, tratando de encontrar oro. Pero ni Adams ni Shick fueron determinantes. Al 55′ el PSG volvió a poner las cartas sobre la mesa tras un centro de Di María y Bernat de cabeza marcaba el tercero. Ya todo estaba consumado. El resto era saber dosificar el tiempo y al rival para evitar sorpresas.
Demasiado fácil para el PSG, al Leipzig se le acabó la magia. Se estrellaron en un equipo con individualidades del tamaño de la Torre Eiffel. Creyeron que iban a maniobrar como ocurrió ante el Atlético, pero sucedió que les dieron caza desde el minuto uno. Y todavía no he visto ratones comiéndose a los gatos. Este miércoles la tropa de Tuchel conocerá a su oponente (Bayern o Lyon) del domingo en la final.